Nunca celebro un gol hasta cuando el balón no traspasa completamente la raya y el árbitro lo valida. Todo puede suceder en la línea de meta. Pero, en este momento, me estoy acomodando en el asiento del carro porque se está gestando una jugada que puede ser un golazo. Vengo escuchando en la radio un partido que juega la Cámara de Representantes contra los maltratadores de este país. Su propuesta consiste en un proyecto, casi aprobado, que reglamenta en serio la penalización de la violencia intrafamiliar. Faltan unos cuantos toques para llevarle el balón al número 9, el Presidente de la República, quien solo tiene que empujarlo y llevarse los aplausos.
Uno de los postulados básicos es que, por fin, la violencia intrafamiliar deja de ser considerada una querella para constituirse en algo más complejo, un delito punible que, una vez denunciado, no da marcha atrás y tiene consecuencias graves. Hablar de violencia intrafamiliar puede resultar algo confuso que no refleja la verdad porque da la sensación de una lucha de fuerzas iguales: el padre versus la madre, y los hijos en el medio, cuando, en la gran mayoría de casos, se trata del abuso de uno sobre los otros, generalmente el esposo padre de familia, quien es biológicamente más fuerte que la esposa.
La pérdida de la libertad para quien maltrata puede ser hasta de 8 años. No vale el arrepentimiento, ni la serenata con mariachis, ni el carro último modelo para compensar la golpiza, ni que la maltratada pretenda detener el proceso. Desde el primer momento en que se instaura la demanda se llega hasta el final para hacer un diagnóstico real de la situación y determinar si hubo o no maltrato que justifique una penalización. Algo de vital trascendencia es que contempla que cualquier familiar o vecino puede hacer la denuncia, y tiene el mismo valor y desarrollo como si la hiciera la abusada.
Padres, feliz Día del Padre. Ya casi hay una herramienta jurídica para que usted pueda detener a ese malpechoso, como dice usted, que maltrata a su muchachita. Se acabarán las noches de insomnio y la sensación diaria de impotencia para defender a su consentida, que no es una pendeja que no se sabe defender, sino una mujer sometida a golpes.
Chicas de todas las edades, se acerca el momento de sentirse protegidas y que nunca más haya maltrato o asesinato. Pero primero deben entender que el señor no se va a curar por mucho amor que ustedes le pongan o el sacrificio que hagan. Quien maltrata una mujer por primera vez, la maltratará el resto de su vida en pareja. La única forma de detener el abuso es, primero, protegerla y apartarla de él y, segundo, demostrarle que está enfermo y que debe entrar a un tratamiento. Lo cual no quiere decir que después de ‘curado’ se deba restablecer la relación. Eso es más complicado.
Psicoterapeutas, se acabará la sensación de impotencia cuando la señora sale del consultorio y uno sabe que el marido la puede recibir a coñazos por el simple hecho haber asistido a consulta. Ya se podrán hacer sugerencias más concretas a las maltratadas para que sepan dónde acudir y buscar protección si les toca de pareja uno de estos anormales.
Me bajé del carro con la sensación de poder ganar este partido.
Por Haroldo Martínez
haroldomartinez@hotmail.com
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