Hugo Rafael González Montalvo nació en Sincelejo en 1956. Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Externado de Colombia, y Cine y Televisión en el Istituto Scienze Cinematografiche en Florencia, Italia.
Las reuniones de trabajo con él eran extenuantes por lo
maratónicas y por el nivel de exigencia intelectual, de cada una de ellas debía
salir por lo menos una frase nueva que nadie hubiera dicho antes. Era su
esencia como investigador y lo que exigía de sus amigos y estudiantes.
A un año de su fallecimiento, en la Fundación Bacanes y
Bacanas del Mundo, que él creó, damos fe de lo anterior, pues Hugo dejó hecha
casi toda la tarea, en el sentido de saber que contamos con un legado teórico y
fílmico desarrollado por él que servirá de materia prima para terminar aquello
que él no pudo, el libro y la película de la Bacanería, sus dos retos más
ambiciosos.
Por el primero respondemos porque desde cuando se presentó
por primera vez su documental-puesta en escena “La bacanería, un estilo de
vida”, se inició un proceso de investigación mucho más complejo del que
antecedió a la realización del documental debido al impacto que este tuvo a
nivel local, nacional e internacional.
Y todo a partir de una pregunta que él se hizo como
director: ¿por qué fue tan exitoso? Entonces, nos contagió en sus reflexiones
–que él llamaba recursiones, volver a pensar sobre lo mismo para crear una idea
nueva– y nos pusimos a leer sobre biología, antropología, arqueología,
evolución, filosofía, arte, música, cultura y estudios culturales, pensamiento
complejo, y todo aquello que pudiera servir para resolver la pregunta.
Después de una década de lectura de una intensidad cuasimaníaca
al comienzo, que se mantuvo a velocidad de crucero durante la mayor parte del
tiempo y que solo fue declinando cuando se le diagnosticó el linfoma que acabó
temprano con su vida, llegamos a una conclusión atrevida en la que afirmamos
que la bacanería es una emoción que ha acompañado al ser humano desde los
albores de su humanización y que nos ha permitido llegar a convertirnos en lo
que somos, homo sapiens sapiens, hombre que sabe que sabe, hombre que sabe que
no está solo en el mundo y que sabe que su comportamiento debe ser el adecuado
para convivir en comunidad con base en unas normas sociales que consultan la
bonhomía de las personas.
Afiche promocional de
la película “Good morning, Babylon, de los hermanos Taviani, 1986.
La bacanería es aquello que está por encima del cerebro más primitivo o del cerebro emocional, es la racionalidad que se inclina hacia lo que tiene que ver con el bienestar íntimo,
social y planetario. Esa es la sustancia del libro de la bacanería.
Su segundo proyecto, la película, sí nos pone en un aprieto
porque no sabemos a quién recurrir para que sea el director de tamaña proeza.
No solo porque fue uno de los artífices del constructo teórico sino, también,
porque sus credenciales cinematográficas le daban respaldo para una película
compleja absolutamente conceptual, sin referentes anteriores.
Después de un paso muy activo por la Facultad de Derecho del
Externado de Colombia al lado de personas que hoy son o han sido figuras
públicas nacionales, dejó ese mundo a un lado y se largó para Italia en busca
de su verdadero bacaneo, a estudiar técnica de cine y televisión en el Istituto
Scienze Cinematografiche de Florencia, donde tuvo la incomparable fortuna de
participar como auxiliar en la filmación de la película Good morning, Babylon
(1986), de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani.
Una vez obtuvo su título hizo un viaje a Colombia para ver
cómo estaba el ambiente y con el propósito de regresar a Italia, donde lo
esperaba un futuro promisorio por su talento y por las conexiones y amistades
en el medio. Casi sin proponérselo, se fue enredando en proyectos de creación
teórica y práctica en diferentes áreas de la comunicación que expresó a nivel
de documentales sobre el territorio geográfico y cultural de Caribanía, esa
república ideal proveniente del emocionar cultural de los pueblos unidos por el
Mar Caribe que se extiende más allá de las fronteras de su gran cuenca para
germinar en cualquier sitio del mundo donde un caribano o una caribana puedan
plantar la palmera de su cultura. Por eso la llamó, románticamente, República
Independiente de Palmas de Caribanía.
Hugo González y Haroldo
Martínez en la filmación del documental “La bacanería, un estilo de vida”, del
cual fue director en 1998.
Lo que realmente lo amarró aquí fue haber encontrado en el
propio territorio de Caribanía un estilo de vida coherente con ese espíritu que
él imaginaba para ese espacio monocultural. Se trataba de la bacanería, un
lenguaje, una forma de ser, una metáfora de la vida a lo bien.
Para mí representa una enorme satisfacción haber sido la
persona que le mostró la palabra y el concepto a través de una novela que nunca
he publicado y que le sirvió de base para su propuesta al Ministerio de Cultura
en un concurso de documentales del cual salió “La bacanería, un estilo de
vida”, hace 14 años.
A Hugo le dimos el título de ‘Bacán del Intelecto’ porque
sus charreteras académicas en el pluriverso de la comunicación son incontables.
Baste un ejemplo para explicarlas todas. Presentó a la Real Academia de la
Lengua Española una argumentación seria para la inclusión de la voz “Bacanería”
en el diccionario. El 3 de febrero de 2008 la Real Academia aceptó estudiar la
inclusión. No hubo celebración, aún no la han incluido, dijo.
Dejó en manos de Katia Oliveros Cabarcas, su viuda, el
estandarte de la Fundación Bacanes y Bacanas del Mundo para darle continuidad a
una propuesta filosófica, política, cultural, emocional, evolucionista, que
pretende ser alternativa seria a nivel local y global de cómo podríamos
bacanizar para crear un mundo mejor posible. Katia es Maestra en Artes
Plásticas, alumna de Hugo, cuidadora de sus últimos años, y con un temple de
acero para asumir tremenda responsabilidad. Los miembros de la fundación la
respaldamos: The King is dead! Long live the Queen!
http://www.elheraldo.co/revistas/latitud/cronica/los-proyectos-que-dejo-el-bacan-del-intelecto-66212
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