Hasta hace unos pocos años yo sacaba pecho por la educación primaria y secundaria de este país y hasta me ufanaba de ella delante de colegas de varios países de Latinoamérica a quienes tuve oportunidad de conocer mientras hacía mis estudios de especialización en el extranjero, cuyas educaciones básicas aprecié de cerca y pude comprobar que eran deficientes en comparación con la mía.
Un bachiller colombiano era una vaina seria. Hoy, prefiero no encontrarme con ellos porque me daría pena que me dijeran que ya nos nivelamos, pero por lo bajo.
He sido profesor universitario por más de 20 años en facultades de medicina, psicología y educación especial, y me asusta lo que veo: jóvenes de ambos sexos, inteligentes sin duda, pero con unos vacíos conceptuales como bachilleres que dan ganas de llorar, con un nivel de aprestamiento para el estudio en lo mínimo y con una facilidad para acomodarse en la mediocridad que deprime a cualquier docente.
Como psiquiatra de niños y adolescentes me toca atender problemas de aprendizaje en todas las edades y aquello es para salir corriendo: niños que no saben leer ni escribir haciendo bachillerato, padres que estudian por los hijos, profesores que regalan los años “porque hay un decreto que dice que ningún alumno se puede quedar”, adolescentes que vagan durante meses y pierden muchas materias, pero resuelven su problema al final del año con unos pinches logros que se han vuelto una sinvergüenzura.
La pregunta que hago es: ¿No sería pertinente que aprovecháramos esta coyuntura de la reforma a la educación superior para arreglar también la educación básica? Porque los pocos ejemplos que acabo de mencionar no son más que la punta visible de un gran bloque académico, económico, social, que está mal, que pudo haber tenido la mejor intención, pero que devino en un remedo de modelo educativo que arroja productos deficientes.
Antes de caminar hay que aprender a gatear. Me sentiría gratamente sorprendido si este esfuerzo de los estudiantes universitarios para detener una reforma educativa que consideraban lesiva para sus intereses se extendiera a una revisión crítica de la primaria y el bachillerato porque lo que allí se está cocinando no tiene buen sabor.
La única forma de cambiarle el gusto es mediante una transformación profunda de los ingredientes y del sentido de la preparación. Así como están las cosas no podemos esperar una gran cualificación de la educación superior, más allá de las condiciones económicas y el debate de lo público y lo privado.
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Punto aparte. La Fundación Bacanería Planetaria, el grupo Bacanes y Bacanas del Mundo y el Planetario están invitando para este 24 de noviembre a las 7 de la noche en el Planetario de Combarranquilla a la celebración del segundo aniversario del Día del Orgullo Primate en el cual se va a tirar carreta sobre lo que es un primate, fenómeno biológico que muchos han escuchado mencionar, pero sin tener una idea precisa sobre lo que esto significa desde el punto de vista antropológico y evolutivo en relación con nosotros los humanos; también se plantearán sobre la mesa de debates las preguntas trascendentes que se hace la ciencia contemporánea: ¿qué es lo que nos hace humanos?, ¿por qué estamos aquí?, ¿cuál es el propósito de nuestra existencia?
Por Haroldo Martínez
haroldomartinez@hotmail.com
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