Charles Darwin, después del libro El origen de las especies, 1859, se ocupó de pensar las implicaciones morales de la evolución y de formular una filosofía moral. Sus investigaciones y reflexiones las publicó en 1871, en El origen del hombre. En ese libro Darwin propuso la expresión “Círculo de la Moral”, que se apoya en el estudio de la manera cómo las poblaciones humanas, a través de la historia, incluyen y excluyen de su responsabilidad moral a los otros seres vivientes.
La moral tal como nosotros la entendemos, es un producto evolutivo, que se desarrolló como se desarrollaron nuestras manos, nuestra posición erguida, la inteligencia o el lenguaje. Mientras creábamos pinturas en las cuevas o enterrábamos a los muertos, la moral se expandió como una estrategia de supervivencia, una forma de vivir y de convivir mejor. Surgieron nociones básicas de justicia, responsabilidad, los sentimientos morales como la culpa y el perdón, la simpatía o la compasión. Aprendimos a ser altruistas, a compartir la comida, a ayudar a los demás, a cuidar de los enfermos, adoptar niños huérfanos.
Cuando la moral humana nacía, los seres humanos vivíamos en tribus, en grupos familiares de entre 15 y 30 personas, compartíamos un mismo hogar, la caza, la recolección y el cuidado de los hijos. Nos ayudábamos en todo, porque nos hacía la vida más segura, más confortable, más placentera. Éramos miembros de la tribu, cuidábamos y dábamos la vida por los demás, les éramos fieles. En esa tribu entraba nuestra familia, quizás también parientes lejanos, a veces otros humanos con los que no teníamos vínculos de sangre pero con los que habíamos creado una relación de amistad. E incluso algunos animales de compañía, perros, o algún otro animal adoptado de cachorro. Pero nuestra moral se acababa en los límites de la tribu, tenía el mismo tamaño que nuestra tribu. Seguimos los designios de nuestro círculo de forma no consciente, quienes no formaban parte del grupo, del círculo, podían ser maltratados, torturados, esclavizados, sin que ello causara el menor remordimiento.
El origen de nuestra moral es tribal, por eso es que hoy continuamos pensando la moral en términos tribales, en los nuestros y los otros, en los que incluimos y los que excluimos. Así pues, esa esquizofrenia moral en la que vive la mayoría de los seres humanos tendría una explicación natural, biológica. Pero que sea natural no quiere decir que sea insuperable. Al contrario, que conozcamos las raíces de nuestro problema nos ayudará a vencerlo. En la historia de la humanidad, poco a poco, los límites del círculo se extendieron más allá de la tribu para abrazar a una ciudad de miles de habitantes, a una nación con millones de miembros. En ese proceso de ampliación, ha habido límites muy difíciles de superar. Las diferencias en las fisonomías, llamada razas, es uno de ellos. Darwin confiaba en que pronto toda la humanidad quedaría abrazada por un solo círculo moral que nos uniría a todos, de forma que cualquier ciudadano de cualquier país del mundo, fuera de la raza, la nación o la religión que fuera, se sentiría afectado si cualquier otra persona era tratada de forma injusta o sufría una gran desgracia. El círculo se ampliaría más hasta acoger a todos los seres que sientan dolor.
Las razones no siempre nos conmueven, no necesariamente nos llevan a actuar de acuerdo con ellas. No todo el mundo posee el mismo grado de sentimientos, y cuando no surgen de forma natural necesitan ser educados y cultivados desde la infancia, lo que no resulta fácil. A pesar de que todos los humanos provenimos de un antepasado comun, de que todos compartimos características esenciales y tenemos intereses semejantes, no todos incluimos a la humanidad, sin excepción, dentro de nuestro círculo moral. La Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamada por las Naciones Unidas se podría haber resumido en un único artículo que sostuviera que el círculo moral de todos y cada uno de nosotros debería incluir al resto de la humanidad en su conjunto. Hoy en día se acepta de forma general que es injusto discriminar a los demás basados en razones arbitrarias, pero queda mucho por hacer, la tentación de excluir al diferente, al débil, sigue entre nosotros.
Preguntas Complejas:
¿Son los humanos los únicos seres vivos capaces de sentir?
Los humanos somos una especie más dentro del reino animal, y salvo contadas excepciones, todos los animales compartimos la capacidad básica de sentir, así como los mecanismos necesarios para hacerlo (un sistema nervioso). Las diferencias en la forma o el grado de sentir son irrelevantes; carece de fundamento hablar de sentir más o menos, mucho o poco, de forma más simple o compleja. Es todo o nada, es sentir o no sentir, siempre de forma única e individualizada. ¿Todos los miembros del reino animal capaz de sentir, humanos o no humanos, deberían formar parte de nuestro círculo moral?
¿Son todos los seres vivos capaces de sentir?
Protozoos, hongos, algas, distintos vegetales, en ninguno de ellos se ha encontrado capacidad de experimentar placer o dolor, ni mecanismos similares a un sistema nervioso para hacerlo. Las amapolas no tienen depresiones si hay sequía, ni se ponen eufóricas al ser polinizadas. Por lo tanto, ¿aunque vivos, dichos seres no merecen consideración moral? ¿Quizá merezcan otro tipo de consideración?
La bacanería planetaria es un accionar ético biológico, una cultura, que amplía el círculo moral a toda nuestra “tribu humana”, lo extiende al ecosistema, es decir, a todos los seres que están involucrados en el proceso de la vida. Asumimos la responsabilidad de cuidar lo vivo y lo inerte, todo lo que nos sirva para preservar nuestro nicho, nuestra biósfera, nuestra Matria: el Planeta Tierra. El accionar ecoambientalista y pacifista de los BBM, Bacanes y Bacanas del Mundo, utilizando toda la tecnología disponible, es consecuencia de la ampliación contemporánea del círculo moral. Círculo Bacano Planetario.
*Con el aporte de Marta Tafalla de la Universidad de Barcelona.
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